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sábado, 19 de diciembre de 2015

Entrenamiento: Cómo vencer el dolor y mejorar en los ascensos

Un fin de semana como otro cualquiera, mientras rodamos con nuestra bicicleta de montaña, llegamos a un cruce en el camino tras muchos kilómetros de pedaleo. Por un lado, tenemos la opción de volver al camino que nos llevará a casa. Por el otro, tenemos esa cuesta imposible que nos acelera el pulso con solo mirarla. Tras una breve reflexión y un suspiro, iniciamos el terrible ascenso sabiendo que va a doler mucho...

Entrenamiento: Cómo vencer el dolor y mejorar en los ascensos

Cómo mejorar en los ascensos

Como muchos ciclistas sabrán, las subidas que encontramos en nuestras rutas y que decidimos (o debemos) coronar, suelen tener tres propósitos diferentes:

  • En la cima de esa empinada cuesta, hay un descenso larguísimo que estamos deseando realizar a toda velocidad.
  • Estamos entrenando de verdad, buscando la mejora de nuestro rendimiento mediante el dolor y el sufrimiento.
  • No estamos muy finos de la cabeza, y realmente nos gusta subir cuestas largas de mucho desnivel.

Normalmente, cuándo llegamos a una subida de este tipo, nuestro rendimiento no está al 100% ya que, tras haber recorrido unos cuantos kilómetros, nuestras fuerzas han mermado significativamente. Para obtener energía extra y mejorar nuestra capacidad escaladora, hay que darle un pequeño empujón a nuestros límites con la finalidad de mejorar también nuestra condición física. Estos esfuerzos tan dolorosos para nuestras piernas se traducirán en un rendimiento cada vez mayor a largo plazo.

Cuando vamos a iniciar una de esas subidas imposibles, el poder de la mente es la clave de todo. La mayoría de las veces, será la concentración en la tarea a realizar lo que nos permita coronar la montaña. Pero, con calambres y colapso mental avecinándose en el horizonte, ¿qué podemos hacer para asegurarnos de que llegaremos arriba hacer pie en mitad del recorrido?

1. Dividir el ascenso en tramos imaginarios

Si vamos mirando hacia el final del ascenso continuamente, parecerá que no llegamos nunca y nuestra mente dejará de funcionar correctamente. Mentalmente derrotados, nuestro cuerpo se negará a seguir sufriendo y probablemente acabaremos con los pies en el suelo, en el mejor de los casos. En el peor... ¿alguien ha visto alguna vez un ciclista vomitando el desayuno?

Lo más aconsejable es dividir el ascenso en tramos imaginarios no demasiado largos, e ir fijando nuestra meta en el final de cada uno de dichos tramos. De esta manera, los tramos resultarán más sencillos de realizar, fijando en nuestra mente que si el tramo anterior era fácil, el siguiente también lo será. Al dividir la subida en diferentes secciones, mentalmente resulta más fácil y el ascenso parece ir más rápido. Nuestra cabeza no está pensando continuamente que nos quedan muchos metros por delante hasta la cima, y eso es bueno.

2. Mantenerse en la bicicleta y pedalear suavemente

Uno de los mayores errores que cometen la mayoría de ciclistas a la hora de afrontar un duro ascenso es bajarse de la bicicleta. 99 de cada 100 veces, es mejor mantenerse en la bicicleta y reducir la cadencia, centrándonos en movimientos suaves de pedal que nos permitan reducir el ritmo cardíaco. 

Cuando nos bajamos de la bicicleta, estamos haciendo que nuestras piernas se enfríen nuevamente causando acumulación de ácido láctico y la necesidad de calentar de nuevo la musculatura. A menos que los calambres se apoderen por completo nuestras piernas, hay que hacer todo lo posible por mantenerse sobre la bicicleta durante el ascenso. Elegir un desarrollo adecuado a nuestra capacidad física desde el principio puede ser la clave para no desfallecer en mitad del recorrido.

3. Pensar en cualquier cosa que no sea dolor

A la hora de realizar un ascenso prolongado, debemos estar preparados mentalmente para el dolor. Hay que hacer todo lo posible para bloquear la sensación de ardor que proviene de los músculos de nuestras piernas. Contar la cadencia de pedaleo, contar las rocas o árboles que pasan a nuestro lado, discutir con nosotros mismos, cantar una canción… Cualquier cosa vale con el fin de no pensar en el fuego que está quemando nuestras piernas. Si pensamos en lo mucho que duele, acabaremos cediendo y renunciando a coronar la subida (a menos que no estemos muy finos de la cabeza, como mencionamos anteriormente).

4. Puedes hacerlo: el secreto está en la mente

Si bien es absolutamente una pesadilla el proceso de subir un largo ascenso, la recompensa llega por la satisfacción personal de haber podido coronar la cima. Además, una vez vencido un ascenso, nuestro cerebro registra la hazaña como algo posible, siendo la segunda vez mucho más fácil que la primera, y así sucesivamente.

Si queremos convertirnos en ciclistas de montaña cada vez más veloces y fuertes, tenemos que sobrepasar nuestros límites físicos. Si hacemos cada día lo mismo, cada día obtendremos los mismos resultados. Si estamos listos para darle un pequeño impulso a nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra bicicleta, los resultados mejorarán consecuentemente.

domingo, 13 de diciembre de 2015

¿Cómo colocó mi rueda en la bici?

¿Cómo coloco la rueda de mi bici?



1.Todo el conjunto (rueda, freno) está calculado para funcionar complementariamente y sin roces. Para ello es fundamental que el eje del buje esté correctamente apoyado por igual en ambas punteras de la horquilla o del cuadro.
2.Bajo ningún concepto se debe intentar centrar la rueda “a ojo”, colocándola a mano en el centro de las barras de la suspensión o los tirantes del cuadro antes de apretar el cierre. Eso es una muy mala costumbre de los usuarios de ruedas con cierre rápido, ya que con los ejes pasantes desparece este problema.
3.El buje debe apoyar en ambos extremos al 50% y si una vez así la rueda queda torcida, este es otro problema a solucionar posteriormente mediante un centrado o aparaguado (llevar la llanta al centro de simetría de la rueda).
¿Cómo proceder?
Lo principal es apoyar correctamente el buje y a partir de ahí ajustar el resto de componentes. Para empezar lo mejor es dar la vuelta a la bici y apoyar manillar y sillín en el suelo; sacar el cierre rápido de la rueda; con un destornillador plano o similar y con mucho cuidado, empujar las pastillas del freno hacia atrás, para abrir hueco a la nueva posición que adoptará el disco (esto sólo hay que hacerlo la primera vez). Colocar la rueda “a la caída” asegurándonos que el buje apoya por igual en los dos lados. Poner el cierre y cerrar con fuerza, pero no excesiva. Después, colocar la bici en posición normal y bombear la maneta de freno varias veces para que las pastillas se autoajusten. Si el disco sigue rozando, el problema está en la posición de la pinza, lo cual requerirá su ajuste independiente, aflojando los tornillos que la unen a la horquilla o cuadro y recolocándola